jueves, 24 de julio de 2008

Summer in the city

Escribo mientras veo por la ventana como jarrea en la calle y apenas me atrevo a mirar la temperatura del momento... así, a ojo, no creo que pase de 10 grados Celsius, que, para el que no lo sepa, son 283,15 grados Kelvin y 50 grados Farenheit, y no me lo puedo ni creer. ¡Estamos a 24 de julio, llevo seis meses exactos en Bogotá y es el cumple de Diego!

Felicidades, by the way.



Estan locos estos colombianos, ¿cómo se puede vivir sin estaciones? Que monótono, por Dios, ver como cada día luce un poco sol por la mañana, como se va nublando durante el día (adquiriendo el ya familiar tono gris Bogotá) y como a eso de las 5 pm se pone a diluviar. No todos los días llueve, no vamos a decir tonterías, pero si me quejaba de la lluvia en Holanda, no sabéis lo jartito que me tiene aquí.

Mi compi Luchi, resistente en Bogotá, tiene toda la razón del mundo. Tenemos la sensación de vivir cada día el Día de la Marmota, de la peli Atrapado en el Tiempo, de Bill Murray. Cada día te levantas con la impresión de que las cosas no han cambiado, de que vas a repetir el día de ayer, de que vas a vivir exactamente lo mismo, por lo menos meteorológicamente. Aunque lo suyo es peor: arribó a Bogotá en octubre, es decir, en pleno otoño madrileño, y lleva sus diez meses en la ciudad del eterno otoño-tirando-a-invierno. Para ella es casi como si no se hubiese ido de Madrid (repito, meteorológicamente), porque encima el 30 de septimbre está de vuelta: de otoño a otoño y tiro porque me toca.

Yo llegué en enero, con la fresca de España. Bajaba del avión con el Columbia bien cerradito, esperándome cierto frescor, que para algo estamos a principios de año. Pero resulta que enero y diciembre es lo que aquí mis amigos rolos llaman el verano. Cuando mejor tiempo hace, hablando en plata, pero fue un espejismo, un sol estupendo y 18 grados que prometían mucho pero se han quedado en el baul de los recuerdos.

Cuando pienso en las terracitas madrileñas... me valen las de la Avenida de la Ilustración... con la caló, las cañitas/jarritas de Mahou, las cortezas (y similares) rancias, las pipas del 4Rosas... aquí hay terrazas, como no, además durante todo el año. Pero si retiras las estufas de gas, esas mismas que ponen en Madrid cuando empieza y termina la temporada de terrazas, arañándole apenas unos días al tiempo inclemente, no hay quien pare quieto. El que no para por Bogotá, ni para saludar, es el Sol.

Se que no puedo dormir, porque siempre estoy soñando... en invierno con el sol, con las nubes en verano (Fito y Fitipaldis)

1 comentario:

amaranta dijo...

Cuando el chiquillo tiene la razón... ¡pues hay que dársela!